lunes, 30 de mayo de 2016

Cosas locas que te pasan en la vida I

Voy a tomarme el tren cuando me increpa una señora de unos 55 años, bajita y rubia, que caminaba hacia mí:
—No vayas tan ligero vos.
La miro, sacado de mi ensimismamiento, y veo que se pone enfrente mío.
—¿Cómo? —le pregunto, ahora que me es evidente que me habla a mí, mientras busco por qué me había dicho eso.
—¿"Cómo"? —me responde con un tono de complicidad que yo no comparto para nada. Frente a mi silencio, vuelve a la carga— ¿Federico?
Entonces vino una sensación agridulce de ver mi miedo aplacado (ya que la extraña me había increpado porque me conocía) a la vez que mi vergüenza crecía (ya que yo no podía recordar en absoluto quién era ella).
—Sí —respondo, dejando ver que no la ubicaba en mi memoria para nada. Luego me dice su nombre, lo cual me confunde más pero me obliga a reparar mejor en su rostro, que ahora parecía despertar un débil destello en mis recuerdos. Crece mi vergüenza  cuando sigue un abrazo y un comentario de que lo mucho que había crecido. Por mi mente cruza la fugaz idea de confesar que la desconocía, pero decido descartar esa opción por cortesía, vergüenza y porque el hecho de no recordarla para nada significaba que no había sido nadie importante en mi vida.
—¿A dónde vas? —pregunta luego, y yo le agradezco por dentro porque, al no entender la relación entre ambos, no sé qué contarle más que eso mismo.
—A la UNSAM; la Universidad de San Martín. Hay un ciclo de charlas de filosofía que me sirven para el tema que estoy investigando para el doctorado —respondo yo, tratando de indagar en sus expresiones qué tan enterada está de mis estudios y ocupaciones. Su rostro no me revela mucho, y el alcance de su conocimiento sobre mi vida continúa siendo un misterio para mí.
—Cuidado... —dice ella, con un tono de preocupación digno de una película de espías o de zombies.
—¿Por...? —pregunto, mientras intento pensar qué le puede estar pasando por su mente. Se me ocurre que pudieron haber pasado algo en las noticias y, como es usual, no esté enterado.
—San Martín siempre tuvo tendencia... —dice en voz baja.
—¿Tendencia a...? —pregunto, previendo que para ella hay un peligro inminente allí, pero sin entender cuál. Inmediatamente después me doy cuenta de lo que quiere decir.
—Kirchnerista —completa ella. A continuación, con una neutralidad galopante (porque no sé discutir, no sé por dónde empezar y no sé qué sentido tiene en tan extraño momento) escucho cómo habla de la UNSAM como un Chernobyl ideológico o un nido de ratas rabiosas. En mi estupor, le cuento que simplemente voy a una conferencia de filosofía, con la naturalidad que la situación amerita. Ella reitera su preocupación de que hay MUCHA tendencia y predica que se deberían dar todas las ideologías y no una sola. Continúo sin discutirle y aclarando que no puedo opinar porque no conozco el ambiente. Ella finalmente concluye el tema y se prepara para despedirse, deseándome suerte con lo mío (en ese momento me doy cuenta de que muy enterada no está de lo que estoy haciendo porque pregunta si era psicología lo que estudio). Nuevo abrazo, saludo para mi mamá y toda una tarde de perplejidad y reflexión sobre la vida como ficción.

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