jueves, 30 de junio de 2016

Descargo atrasado en vista de sucesos recientes

La renuncia de Messi a la selección argentina (y la subsecuente reacción popular ante ella) pone de manifiesto varias cosas que vengo pensando desde que tengo uso de razón y que siempre me impactaron mucho. Aquí mi descargo debido hace muchos años.

La pregunta incial es: ¿qué le cambia a los argentinos lo que decida Messi con su futuro laboral? Claro que la pregunta está descontextualizada a propósito, pero precisamente porque sirve para ampliar el contexto del hecho. Por ejemplo, si esa misma pregunta la hacemos de un presidente o de un ministro de economía, la respuesta podría ser que lo que les cambia a los argentinos (si los funcionarios deciden renunciar, cambiar de puesto, presentarse a re-elección, negociar con X país o empresa, etc.) es su propio futuro y estabilidad económica, para bien o para mal, dependiendo el caso. La estabilidad económica es fundamental para una vida sana y feliz. Por lo tanto, en las decisiones políticas de los funcionarios se ponen en juego la salud y la felicidad de los ciudadanos.
¿Qué bases para una vida sana y feliz están en juego con la renuncia de Messi? Y acá entran muchos planteos que me dan vuelta en la cabeza siempre: 

1) Lo que creemos importante lo aprendemos cuando somos chicos de nuestros padres y de nuestro entorno en general. Si mi viejo es el tano Pasman, es difícil (aunque no imposible) que no me importe qué decisiones toman los jugadores o el DT de River. Desde chicos nos enseñan a ser de un cuadro. Del cuadro que somos depende casi exclusivamente de nuestros padres, nuestra ciudad y nuestro barrio. Todo el sentido de pertenecer a un cuadro de fútbol es justamente el enfatizar un sentimiento tribal (donde se marca el límite entre "ellos" y "nosotros"). Y nos enseñan que es algo importante, una decisión que debemos tomar y que define de qué lado estás. Entonces, como el caso del nene que fue filmado por sus padres (que no vi pero leí que pasó) debe haber decenas de miles en todo el país. Y entonces, que lo hayan filmado y publicado es un corolario nefasto pero lógico dentro de esta naturalización de "la pasión por el fútbol". Porque si los padres no se preocupan de que su hijo chiquito (y si fuera grande, peor en realidad) está llorando por una persona que no conoce ni conocerá y cuya decisión no lo afecta ni a él ni a su familia ni a su entorno ni a su futuro, es porque ven un bien en que se ponga triste por eso. Y aunque no haya mala intención (que en general, no la hay), este tipo de apasionamientos de los niños por partidos de fútbol, como pueden ser también enojos e insultos además de tristezas, suele ser visto como algo tierno, propio de la inocencia infantil. Yo creo firmemente en que hay que desnaturalizar ese tipo de reacciones, justamente porque el niño repite lo que ve que hace su familia y lo internaliza como bueno, cuando en realidad son reacciones exageradas a situaciones que no lo ameritan. Si un chico ve morir a su padre, tiene sentido que se ponga muy triste; si se le cae un sanguche al piso, no. 

2) El quid de la cuestión con Messi, me explicaban el otro día, está en la presión que recibe éste por parte de los argentinos que odian no salir primeros (y que por tanto quieren que se vaya, porque no ayuda a ganar). Pero no todos los argentinos opinan lo mismo, y otros quieren que se quede porque entienden que hace lo mejor que puede y por tanto no le meten presión y lo apoyan pase lo que pase.
Entra ahora la palabra "exitismo", que significa un valor supremo por el éxito y un rechazo total por el fracaso. Lo que escuché muy poco que entrara fue la palabra "empatía", que significa el compadecimiento por el sufrimiento ajeno, como si fuera propio. Porque la discusión no parece girar en torno de cómo estaría mejor Messi (si adentro o afuera de la selección), sino cómo estaría mejor Argentina, la sociedad, yo. A la mayoría no le importa realmente lo que esté sufriendo o no Messi, sino que lo importante es no volver a perder. Entonces estoy de acuerdo en que no hay que eclipsar cualquier esfuerzo completamente si no se llega al primer puesto, que es el premiado objetivamente; pero este exitismo no se combate con un contra-exitismo igualmente egoísta. Messi no va a dejar de estar presionado jamás así, porque todo el mundo juzga lo que hace o no hace, ¡pero en definitiva no lo dejan hacer lo que él realmente quiera! Y esto justamente porque supuestamente tiene el rol divino de representar a su país, siendo que trabaja en un aspecto tan importante a la patria como lo es el fútbol.

3) Y es que la sensación general es esa: los jugadores son próceres nacionales. Sus proezas en la cancha son hitos en la historia de la patria. La sociedad argentina toda se construye como tal cada vez que juega la selección.
El fútbol sirve el propósito que servía el teatro en la antigua Grecia, nada más que en vez de personificaciones de la Naturaleza, la vida y el destino del ciudadano (y, en gran parte, de la humanidad), los que producen la catarsis son personificaciones del espectáculo, la victoria, la habilidad psico-motriz y la salud física de un país.

4) La gran pregunta que se asoma por todas estas disquisiciones: ¿qué significa ser argentino? Porque no me parece correcto decir "llegamos a cuartos de finales" cuando en realidad fue un equipo de fútbol al que no pertenezco el que lo hizo. Aunque la selección exista justamente para representar al país frente a los demás países, tendríamos que aclarar qué entendemos por "país" o "patria". Al país tal vez no sea difícil definirlo (conjunto de territorio, cultura-idioma, Estado, ciudadanos nativos y naturalizados), pero ¿y la patria? ¿Por qué la selección nos representa tanto o más que el gobierno, el cual es elegido por la mayoría y (de alguna manera...) efectivamente se encarga de hacer que exista un país al cuidar todo eso que está en el otro paréntesis? ¿El equipo de fútbol nacional cuida la cultura argentina? Y si es así, ¿la cuida más cuando gana que cuando pierde? Si el fútbol es parte intrínseca de la cultura argentina, ¿ésta se preserva mejor si el equipo nacional juega bien (o en realidad: mejor que los demás)? ¿El go será menos chino o representará menos a China si sus ciudadanos son muy malos jugándolo? Encima estamos hablando de un deporte que no se inventó en Argentina, así que una analogía mejor podría ser: si jugadores surcoreanos comienzan a perder frente a jugadores franceses en competencias de Starcraft, ¿representará menos el Starcraft a Corea? ¿Tiene sentido que el Starcraft represente a Corea del Sur (más allá de si lo representa efectivamente o no)?
Y otro punto sobre pertenecer a la patria: ¿todo ciudadano forma parte de Argentina? ¿Y los no-ciudadanos? ¿Inmigrantes legales o ilegales/refugiados/turistas? ¿La patria es el otro? Pero el otro no se acaba en el límite político del mapa (la cultura tampoco, para el caso; las ciudades fronterizas siempre tienen mezcla de costumbres). Entonces la humanidad es el otro... ¿y la patria qué es? La única conclusión a la que llego es que, como su nombre lo indica, es la idea (más que la realidad) de que el lugar y la sociedad en los que nacemos nos "conciben", como si de padres se trataran. Esto es algo que ya Platón puso en palabras, cuando en la República propone la mentira noble de hacerles creer a los ciudadanos que literalmente fueron concebidos por la tierra y que unos son por nacimiento mejores que otros (y por tanto deben ocupar los espacios correspondientes en la sociedad). Y si bien Platón fue un genio, acá la pifió, aunque evidentemente captó la esencia del sentimiento patriótico: la estructuración como normal y deseable del vínculo puramente emotivo con la abstracción de una identidad difusa, con características esenciales muy relativas.

En definitiva, ¿soy un anti-patria entonces? Sí, porque, en los términos que expuse más arriba, soy un anti-tribu, un pro-humanidad. Estoy en contra de la construcción colectiva de la identidad, siempre que esconda a las personas debajo de supuestas categorías de objetividad o unanimidad cuando no las hay. Si formo un grupo de apreciación del cine con gente cinéfila, y a todos nos gusta el cine (el que sea, como sea), tiene sentido que apoyemos a uno de ellos que estrene una película suya en un festival. Hasta nos sentiríamos representados, de alguna manera, en esa película (y hasta por ahí nomás, si toca temas discutidos y elaborados en el grupo, por ejemplo). Si formo un grupo de adoradores del sol sólo porque hay otro grupo de adoradores de la luna y otro de adoradores de la tierra, no tiene ningún sentido. Y menos sentido tendría pedirle a uno de los mejores miembros que se vaya o se quede después de que se quemó la vista por ver directo al sol, independientemente de lo que él tenga ganas.














lunes, 30 de mayo de 2016

Cosas locas que te pasan en la vida I

Voy a tomarme el tren cuando me increpa una señora de unos 55 años, bajita y rubia, que caminaba hacia mí:
—No vayas tan ligero vos.
La miro, sacado de mi ensimismamiento, y veo que se pone enfrente mío.
—¿Cómo? —le pregunto, ahora que me es evidente que me habla a mí, mientras busco por qué me había dicho eso.
—¿"Cómo"? —me responde con un tono de complicidad que yo no comparto para nada. Frente a mi silencio, vuelve a la carga— ¿Federico?
Entonces vino una sensación agridulce de ver mi miedo aplacado (ya que la extraña me había increpado porque me conocía) a la vez que mi vergüenza crecía (ya que yo no podía recordar en absoluto quién era ella).
—Sí —respondo, dejando ver que no la ubicaba en mi memoria para nada. Luego me dice su nombre, lo cual me confunde más pero me obliga a reparar mejor en su rostro, que ahora parecía despertar un débil destello en mis recuerdos. Crece mi vergüenza  cuando sigue un abrazo y un comentario de que lo mucho que había crecido. Por mi mente cruza la fugaz idea de confesar que la desconocía, pero decido descartar esa opción por cortesía, vergüenza y porque el hecho de no recordarla para nada significaba que no había sido nadie importante en mi vida.
—¿A dónde vas? —pregunta luego, y yo le agradezco por dentro porque, al no entender la relación entre ambos, no sé qué contarle más que eso mismo.
—A la UNSAM; la Universidad de San Martín. Hay un ciclo de charlas de filosofía que me sirven para el tema que estoy investigando para el doctorado —respondo yo, tratando de indagar en sus expresiones qué tan enterada está de mis estudios y ocupaciones. Su rostro no me revela mucho, y el alcance de su conocimiento sobre mi vida continúa siendo un misterio para mí.
—Cuidado... —dice ella, con un tono de preocupación digno de una película de espías o de zombies.
—¿Por...? —pregunto, mientras intento pensar qué le puede estar pasando por su mente. Se me ocurre que pudieron haber pasado algo en las noticias y, como es usual, no esté enterado.
—San Martín siempre tuvo tendencia... —dice en voz baja.
—¿Tendencia a...? —pregunto, previendo que para ella hay un peligro inminente allí, pero sin entender cuál. Inmediatamente después me doy cuenta de lo que quiere decir.
—Kirchnerista —completa ella. A continuación, con una neutralidad galopante (porque no sé discutir, no sé por dónde empezar y no sé qué sentido tiene en tan extraño momento) escucho cómo habla de la UNSAM como un Chernobyl ideológico o un nido de ratas rabiosas. En mi estupor, le cuento que simplemente voy a una conferencia de filosofía, con la naturalidad que la situación amerita. Ella reitera su preocupación de que hay MUCHA tendencia y predica que se deberían dar todas las ideologías y no una sola. Continúo sin discutirle y aclarando que no puedo opinar porque no conozco el ambiente. Ella finalmente concluye el tema y se prepara para despedirse, deseándome suerte con lo mío (en ese momento me doy cuenta de que muy enterada no está de lo que estoy haciendo porque pregunta si era psicología lo que estudio). Nuevo abrazo, saludo para mi mamá y toda una tarde de perplejidad y reflexión sobre la vida como ficción.

lunes, 25 de enero de 2016

¿Cómo somos más fácilmente manipulables?

En estos días me surgió esta pregunta con la que reabro el blog después de un tiempo largo sin subir nada. La pregunta se puede responder en varios aspectos, pero el que me interesa en este momento es el que tiene que ver con el grado de emocionalidad con el que se involucra uno en algún tema. Dicho más simplemente: ¿somos más manipulables siendo hipersensibles o insensibles? La respuesta más inmediata (también condicionada por cómo hice la pregunta) sería decir: "el justo medio". Ser demasiado pasional resulta en una exageración de la realidad y las consecuencias de los hechos presentes, pero ser demasiado abúlico lleva a exagerar igualmente las cosas al tratarlas de poco importantes o decisivas para uno (aún en casos donde una situación nos perjudica gravemente). Los extremos son, entonces, "saltar por todo" o "dejar que te pasen por encima", digamos.

Ejemplo de una cadena de cines venezolanos de que la redundancia absurda no es difícil de sostener, cuando se quiere.

La cuestión es: ¿existe un punto medio real y factible? ¿O siempre tendemos más para un lado que para otro? En mi caso particular, me es mucho más fácil decir que habría que tender hacia la indolencia, tratando de no sobrepasarse, pero alejándose mucho de la hipersensibilidad. Pero eso es porque mi forma de ser ya es así y me condiciona a seguir esa tendencia. Mi carácter me muestra que involucrarse, participar, estar activo, no necesariamente significa ser efusivo. Uno puede ser muy religioso y no hacerse la señal de la cruz tres veces cada vez que pasa por la puerta de una iglesia; o puede gustarle mucho el fútbol sin gritar como desaforado cada vez que su equipo mete un gol.




Pero lo que quiero analizar acá es más bien la pasión en lo que se refiere a la ideología o la postura política, social, económica. El que es más evidentemente apasionado precisamente no necesita justificar su postura, aunque ataque o defienda con uñas y dientes sin fundamento. Entonces, ¿qué conviene? ¿Conviene intervenir en cada posible discusión que aparezca? ¿O quedarse callado y dejar las cosas libradas a la suerte o el destino? Yo creo que el mejor método es la resistencia no-violenta; esto es, no una resistencia pasiva (que sería violenta para uno mismo) sino una actividad templada por la sencillez, la tranquilidad y la autenticidad (como el título del blog indica). Porque es más fácil fanatizarse si uno es apasionado que si no lo es. La abulia, al menos, no genera escuela; es siempre ensimismamiento. Por lo tanto si caigo en un extremismo, prefiero ser en extremo pasivo.
Claro que con esta frialdad se puede terminar siendo en extremo insensible e igualmente hacer miserables a muchas personas. Hace poco vi Metrópolis (de 1927) y su máxima "El mediador entre el cerebro y las manos debe ser el corazón" me sigue resonando. Aunque Lang se haya arrepentido de la frase, por su sencillez dice mucho y me parece digno de atención. Durante la película se remarca constantemente, y precisamente porque en aquella época (no muy diferente en ese aspecto de la nuestra) la insensibilidad de grandes empresarios anulaba la libertad y la vida de quienes trabajaban para ellos. Entonces en ese caso sí me parece apropiado decir: "¡sintamos; después pensemos!". En nuestra sociedad argentina, pasional, violenta y acrítica (sobre todo con uno mismo), yo mantengo que lo necesario es lo opuesto: ante la indignación y el enojo, estudiar todas las aristas de una cuestión y recién después formar un juicio. Esto no implica sofocar esa pasión, sino recalibrar su potencia, canalizarla y redireccionarla. Sobre todo en la actualidad red-socializada, que se compone en un 75% de indignaciones, enojos y sus respectivas respuestas indignadas y enojadas. (A propósito de eso, recomiendo enormemente guardarse esta página y entrar día por medio: http://seraverdad.tumblr.com/). Porque el paranoico, el que está todo el tiempo esperando que se acabe el mundo, encuentra signos de su predicción en todos lados, y por lo tanto es muy fácil manipular su opinión (si se la necesitase; y la mayoría de las veces los manipuladores se nutren de los paranoicos para propagar el miedo y la desconfianza). Y la manipulación más común es siempre momentánea, porque es aquella que se basa en nuestras pasiones que son nuestras respuestas automatizadas (la racionalización también es un mecanismo, pero al menos es más infrecuente).
Así que bienvenidos son a criticar o comentar a conciencia estas ideas, porque con eso nos ejercitamos y formamos.