¡Bienvenido, viajero, a la Cueva
de los Infinitos Recovecos y los Serpenteantes Ríos Subterráneos!
La tabla de piedra que sostienes
en tus brazos y que intentas leer con tus dedos en la penumbra de esta gruta es
un mensaje que he dejado para aventureros como tú. Mi nombre es Drexfin, soy la
lucerna de barro que se encuentra a tu lado, apagada o, más bien, cuya llama se
encuentra escondida. Ruego me disculpes por no recibirte como se debe, pero es
necesario que no agote mis fuerzas en vano y no consuma del todo mi aceite, el
cual podrás darme de beber y podré usar solamente si necesitas de mi guía. Porque
en efecto, mi padre el Fuego, o sea, yo mismo en otra época, me colocó aquí a
tu disposición y la de cualquier otro intrépido buscador de verdades con la condición
de que me mantuviesen vivo.
Para esta empresa he llamado a los
otros elementos en mi ayuda, pero sólo han accedido el agua y la tierra. Su
matrimonio bajo mi cálida bendición ha dado como fruto el vehículo que me
contiene. Sin embargo, me elude el invisible aire, de quien no he tenido
respuesta y sin el cual no puedo moverme. Avívame pues, de a poco, con tu
espíritu, para que el aire fresco del cavernoso laberinto de las profundidades a
su vez nos anime a ambos, haciendo propicia la mutua compañía por la cual
descubriremos arcanos secretos.
Una advertencia, empero: mi luz
es tímida e inconstante, creando así sombras titilantes y confusas más que
figuras claras y distintas. No me culpes, sin embargo, totalmente a mí de esto.
El extraño lugar en el que estamos inmersos hace de la confusión misma su
materia constitutiva. Es por esta razón que me he puesto a tu servicio,
extranjero amigo, al mismo tiempo que invoco tu sostén. Porque solos somos una
orgullosa nada, pero juntos… ¿quién sabe? Tal vez podamos estar humildemente en
Todo.
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